Es un hecho contrastado que la sociedad actual española se encuentra en un proceso de cambio continuo y con ella, también, el sistema educativo. En los últimos años el mundo ha experimentado una profunda transformación en aspectos tan diversos como el económico, el social, el político, las comunicaciones, las relaciones familiares o los sistemas educativos, entre otros muchos. Al mismo tiempo, la sociedad está viendo cómo importantes masas de grupos humanos se desplazan de unos continentes a otros, en busca de una mejor calidad de vida y de un mayor bienestar para sus hijos. Estos cambios, también, han afectado a la escuela en diversos órdenes: la llegada de las nuevas tecnologías; una mayor dotación económica que ha posibilitado que los centros escolares estén cada vez mejor equipados tanto en recursos materiales como humanos, etc.; todo ello en aras de una mejor calidad de la enseñanza. Pero, sobre todo, la escuela se ha visto afectada desde un aspecto muy concreto, el relacionado con el multiculturalismo y la necesidad de darle una solución educativa viable. Efectivamente, la llegada de inmigrantes, y con ellos sus hijos, ha dado lugar a un nuevo planteamiento educativo de una mayor complejidad de partida que el que hasta ahora se contemplaba en el sistema educativo español, y que tiene como referente la educación intercultural, producto de la gran heterogeneidad de alumnos que se concentran en nuestras aulas y que necesitan una respuesta adecuada, capaz de resolver los diferentes conflictos que en ella se originan, no solamente por desconocer el idioma, sino también por el desconocimiento entre las culturas.
Esta llegada masiva de inmigrantes ha provocado un toque de atención entre todas las instituciones tanto nacionales, como autonómicas o locales, ya sean de carácter educativo o social, que ha dirigido sus actuaciones hacia una mayor implicación en el proceso educativo que se ha de seguir con estos alumnos y en una puesta a punto dirigida a permitir que todo este contingente humano, portador de su propia cultura y conformada por unos valores, de unos criterios de conducta y de unos determinados roles sociales, pasen a formar parte de ella sin ningún contratiempo.
La tarea, sin embargo, no es nada fácil y requiere de un gran esfuerzo por parte de todos, como quedó claro en la UNESCO, durante la reunión mantenida en 1996, y que se recogió en el informe redactado por la Comisión presidida por Jacques Delors, al definir para la educación del futuro unas reglas básicas, que se han de convertir en los cuatro pilares de la educación para el siglo XXI, que son:
- Aprender a conocer, mediante el dominio de técnicas instrumentales encaminadas a conocer nuestro entorno.
- Aprender a hacer, mejor junto a otros, aunque sean diferentes, que en soledad o en compañía de aquellos que son como yo.
- Aprender a vivir juntos, donde cada uno respete las diferencias de los demás y aprenda de ellas para conformar un mundo mejor
- Aprender a ser, donde cada uno debe desarrollar su propia personalidad, enriqueciendo de esa manera la sociedad en la que vive.
Basándonos en estos principios básicos la sociedad en general y la escuela en particular debe plantearse como objetivo prioritario lograr que desde los más pequeños a los de más edad, tanto de forma individual como de forma colectiva convivan en paz y en armonía a partir del conocimiento de la cultura del resto de los individuos que conforman la sociedad que hoy nos ha tocado vivir a todos.
TODOS DIFERENTES, TODOS IGUALES
lunes, 17 de marzo de 2008
"Interculturalidad: un reto para nuestra escuela"
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